Vega Muñoz Gral. Antonio

Valeroso militar nacido en la ciudad de Cuenca el 9 de abril de 1856, hijo de don Antonio Vega Dávila y de doña Victoria Muñoz Cárdenas.

Fue miembro de una ilustre familia a la que también pertenecieron personalidades de la talla de sus primos hermanos Alberto Muñoz Vernaza y Francisco Febres-Cordero Muñoz, hoy Santo Hermano Miguel.

Sus primeras letras las recibió en la Escuela de los Hermanos Cristianos que había sido recién abierta por el presidente García Moreno, y continuó luego en el Colegio de los Padres Jesuitas. Posteriormente, cuando cumplió los 14 años de edad viajó a Chile para ingresar al Colegio Militar de Santiago, donde permaneció hasta 1876.

Volvió cuando el Dr. Antonio Borrero desempeñaba la Presidencia de la República, en una época en que todos los caminos de la Patria se habían convertido en un reguero de pólvora. El 8 de septiembre el Gral. Ignacio de Veintemilla dio un golpe de estado en Guayaquil y se proclamó Jefe Supremo, desatando de inmediato la guerra civil. Entonces -a pesar de sólo contar veinte años de edad -se alistó en uno de los muchos batallones que se formaron en diversas partes del país para enfrentar el golpe dictatorial; participó en el combate de Galte como ayudante de campo, y luego de que las fuerzas de Veintemilla lograron la victoria, aunque vencido volvió a su tierra natal con el grado de Subteniente ganado en el campo de batalla.

Durante el gobierno constitucional del Gral. Veintemilla permaneció dedicado a las actividades agrícolas en tierras de su propiedad, pero cuando éste rompió la Constitución y se proclamó dictador, fue uno de los primeros en formar filas en el movimiento «Restaurador», e integrado a la expedición del Gral. Francisco Javier Salazar estuvo presente en las principales acciones de armas que se libraron en Quito, en enero de 1883. Poco tiempo después -en Guayaquil- tuvo actuación valerosa y heroica durante la batalla que el 9 de julio puso fin a la dictadura. Luego del triunfo restaurador y en reconocimiento a sus servicios militares, extraordinario valor y condiciones de mando, fue ascendido al grado de Coronel, que le fue ratificado por la Asamblea Nacional de 1884.

Ese mismo año volvió a Cuenca donde a los pocos días contrajo matrimonio con doña María Teresa Toral Malo, y se estableció definitivamente en dicha ciudad con el cargo de Comandante de Armas del Distrito Austral.

Gracias a su habilidad política y militar logró mantener la paz del distrito durante los intentos desestabilizadores liberales que buscaban derrocar al gobierno constitucional del Dr. José María Plácido Caamaño, y cuando en diciembre de 1886 Luis Vargas Torres inició su avance por el sur del país, marchó al frente de sus tropas hasta la ciudad de Loja donde el héroe liberal se había hecho fuerte, y luego de un reñido combate que duró cinco horas, tomó preso al guerrillero y a todos sus hombres y los envió de inmediato a Cuenca para su juzgamiento.

Al estallar en Guayaquil la Revolución Liberal del 5 de junio de 1895, se alineó en las filas constitucionalistas que respaldaban al Encargado del Poder Ejecutivo, Dr. Vicente Lucio Salazar, y se negó a entregar la plaza al liberalismo triunfante, reteniendo la ciudad para los conservadores. Participó entonces en todas las acciones de armas que se dieron en el centro de la República entre las fuerzas liberales y las conservadoras, y tras el fracaso de estas últimas volvió al austro y el 5 de julio de 1896 se tomó la ciudad de Cuenca, que permanecía en manos de los liberales desde la derrota de Girón.

Constituyó entonces el Azuay como un estado independiente del gobierno de Quito: Designó Jefe Civil y Militar al Dr. Rafael María Arízaga, organizó la administración pública y se preparó para resistir al gobierno liberal. Ante esta situación, el propio Gral. Eloy Alfaro en persona acudió a Cuenca y la atacó por el occidente, en el sector del Cebollar, y sólo después de dos días de violentos combates en los que se demostró el valor heroico del pueblo cuencano dispuesto a no claudicar y a defender sus instituciones, pudo entrar en la ciudad luego de la capitulación de Vega, que el 23 de agosto la abandonó por la región oriental, de donde salió hacia el Perú al ostracismo.

En Lima permaneció hasta 1902 en que el gobierno del Gral. Leonidas Plaza decretó la amnistía de todos aquellos que por razones políticas se hallaban fuera del país. Volvió entonces al Ecuador pero prefirió mantenerse alejado de las armas y la política, hasta que el 1 de enero de 1906 un golpe revolucionario desconoció al gobierno constitucional del Sr. Lizardo García y proclamó una nueva jefatura suprema del Gral. Alfaro. Entonces, una vez más abandonó la paz de su hogar para volver a las armas.

Por esa época ya el liberalismo se había fraccionado en dos ramas: alfarismo y el placismo; y en mal momento contrajo compromiso con las fuerzas del Gral. Plaza, a las que se habían unido los conservadores para derrocar a la dictadura alfarista.

El Dr. Gonzalo S. Córdova -que desempeñaba las funciones de coordinador- le había ofrecido dinero, hombres y pertrechos para sostener la campaña en contra de Alfaro, pero dichos ofrecimientos nunca se cumplieron y el «Caudillo del Azuay» tuvo que organizar y preparar sus fuerzas contando únicamente con los pocos voluntarios adictos a su persona y con un insignificante respaldo económico.

El 9 de diciembre, al mando de una pequeña fuerza de setenta hombres se situó en el punto llamado Ayancay, a unos 18 km de Cuenca, donde sostuvo un bravo combate contra las huestes alfaristas comandadas por el Gral. Ulpiano Páez, quien sólo gracias a la gran superioridad de sus fuerzas pudo finalmente derrotarlo.

El «Caudillo» fue tomado prisionero y llevado al día siguiente a Cuenca en medio de una fuerte escolta. Al entrar a la ciudad el pueblo se aglomeró para vitorear y saludar al militar que, aunque vencido, representaba la bravura y dignidad de su gente. De pronto sonó un disparo y el héroe cayó por tierra como fulminado por un rayo: Fue el 10 de diciembre de 1906.

El oficialismo propaló que había sido un suicidio, pero el pueblo acusó de inmediato a los liberales de haberlo asesinado, y responsabilizó de este hecho, como autor intelectual, al ilustre pensador Dr. José Peralta; pero nunca se pudo probar ninguna de las acusaciones.

Maldecido el crimen, glorificada la noble víctima: Así pasó a la historia la egregia figura del Crnel. Antonio Vega Muñoz.

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Efrén Avilés

Efrén Avilés Pino, +35 años de estudios, investigación, recopilación y consulta de documentos, libros y archivos relacionados con la Historia y la Geografía del Ecuador; y la Biografía de sus personalidades más notables.

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